"Un lugar para la Familia"


Un corazón para Dios

22.08.2012 23:30

 

     El rey David cometió varios errores graves en su vida. Pero fue llamado un varón conforme al corazón de Dios, y fue utilizado poderosamente por Él para liderar a los israelitas. Lo que distinguía a David era la prioridad que daba a su relación con Dios.

 

    David se deleitaba en conocer al Señor, y lo buscaba fervientemente. Al escribir: “Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida”, declaraba que la misericordia de Dios era mejor que la vida, y prometía alabarle durante toda su existencia (Salmos 63:1, 3 y 4).

 

    David veía al mundo desde una perspectiva centrada en Dios. Se maravillaba del poder creador del Señor en el mundo, confiaba en su protección y fortaleza, y proclamaba su fidelidad en sus escritos. También oraba fervorosamente y con frecuencia, haciendo peticiones en la mañana, esperando con ansiedad una respuesta. En las noches seguía buscando a Dios (Salmos 63:6).

 

      Ambas acciones —orar y meditar en el carácter de Dios— alimentaban su confianza en el Señor. Su fe lo sostuvo a lo largo de su vida: como pastor de ovejas, protegiéndolo de los ataques de animales salvajes; como joven, derrotando al gigante Goliat; y como el líder ungido de la nación, librándole de los planes sanguinarios del rey Saúl. Cualesquiera que fueran las circunstancias, buscaba al Señor y le daba prioridad a la relación que había entre ellos.

 

     Los salmos recogen el deseo de David de conocer a Dios y de ser conocido por Él. Buscaba guía del Señor mediante la oración, y tenía un corazón para Él. El Señor Jesús nos invita a acercarnos y a dedicar tiempo para aprender de Él (Mateo 11.28, 29). ¿Es el seguir a Cristo la prioridad de tu vida?

 

SALMO 63:1-8

“Oh Dios, tú eres mi Dios;  yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta.  Te he visto en el santuario   y he contemplado tu poder y tu gloria.  Tu amor es mejor que la vida;   por eso mis labios te alabarán.  Te bendeciré mientras viva, 
y alzando mis manos te invocaré.  Mi alma quedará satisfecha 
como de un suculento banquete, y con labios jubilosos te alabará mi boca.  En mi lecho me acuerdo de ti;  pienso en ti toda la noche.  

A la sombra de tus alas cantaré, porque tú eres mi ayuda.  Mi alma se aferra a ti; tu mano derecha me sostiene.”

 

 

Adaptado por Ligia Fajardo. Tomado de https://forocristiano.iglesia.net

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